domingo, 23 de mayo de 2010

Crónica de un blog anunciado - Un drama en dos actos

¿Por qué abrir un nuevo blog si ya existen 126 millones? Hoy se está produciendo tres veces más información que hace 30 años, ¿por qué entonces saturar la web con más contenidos? ¿Buscan los bloggeros una satisfacción personal, tienen una crónica necesidad de comunicar, o somos exhibicionistas natos que queremos ver nuestro nombre en los resultados de búsqueda de Google? Debe haber algo de todo esto. Descubra los pormenores de los primeros 90 días de vida de un blog.

Psyco-Prólogo o el homenaje a Gabo

El día en el que iba a instalar su blog, Manuel Santillán se levantó a las 6.30 de la mañana para esperar el periódico que le entregaba el Sr. de la portería. Había soñado que existía un periodismo limpio, justo, honesto y objetivo. Mientras llovía afuera pensó por un instante que fue feliz en el sueño, pero al despertar, después de dos tragos de ese café colombiano, se sintió completamente frustrado por la cagada de periodismo que se le ofrece día a día.«La semana anterior había soñado que existía un periodismo independiente y que dos años consecutivos ningún reportero había muerto asesinado cumpliendo su labor», me dijo. Tenía una reputación muy bien ganada como intérprete certero de sus sueños, siempre que se acordara de ellos en ayunas, pero no había advertido ningún augurio aciago en esos dos sueños, ni en los otros sueños que había tenido y contado en las mañanas que precedieron a la creación de su blog.

jueves, 6 de mayo de 2010

Evacuación intestinal

Si usted, querido lector, es sensible a lo que puede suceder detrás de las cuatro paredes de un baño, mejor no siga leyendo y viva feliz. Si no le importa lo que viene, le ruego por favor deje de comer, se siente y tenga un vaso con agua a la mano. No diga después que no le advertí.


¡Yaaaaaaa! gritaba mi mujer enfurecida al oírme jalar el pulsador de accionamiento del inodoro por tercera vez. Yo le hecho la culpa a los genes. Heredé la nariz delicada de mi madre y la paciencia eterna de mi padre a la hora de ir al baño. No soporto la fetidez y disfruto mi privacidad. Así de simple. Mi padre tenía una disciplina casi prusiana en sus rutinas y éstas estaban tan ritualizadas que era imposible pensarlo sin ellas. Y es así como todas las mañanas se le encontraba, con su pantalón celeste de piyama, su bibidí blanco y la toalla con rayas azules en la mano. Siempre campante y de buen humor entraba al ritual de afeitarse, cortarse el bigote a lo Jorge Negrete y claro infaltable la evacuación intestinal del viejo. A la hora del desayuno uno casi podía saber “como le fue”, si sonreía todo había “salido” bien. Y si llegaba gruñón al desayuno, mandaba a comprar leche de magnesia y no intercambiaba palabra alguna.

En el transcurso de los años he intentado de todo para hacerme más ameno ese tiempo, el de la evacuación. Esto viene desde que leí un estudio en el que se mencionaba que un ser humano en promedio se pasa más de tres años de su vida frente a un semáforo rojo. Esto me llevó a hacer cálculos sobre cuanto tiempo un ser humano se la pasa en promedio defecando durante toda su vida. No saquen la cuenta. Es mucho tiempo, créanme.