domingo, 7 de noviembre de 2010

Lituma en Nueva York

Digamos que nos hayamos pasado aproximadamente unos 50 años tratando de encontrar la cura a alguna enfermedad mortal y que nuestras investigaciones nos hayan llevado a un estado nunca antes alcanzado por los investigadores y que estemos ya casi en la circunstancia de anunciar una nueva vacuna, milagrosa y salvadora. Digamos que a raíz de eso, expertos, sumamente entendidos en la materia, nos brinden un reconocimiento por todo el trabajo realizado en todos esos años y nos premien por todas nuestras trasnochadas para salvarle las vidas a tantas personas. Supongamos que uno de esos días después de haber alcanzado el premio y recibido aquel reconocimiento tocan a nuestras puertas cientos de periodistas para entrevistarnos. Algo halagador si y hasta allí todo bien. Pero, ¿qué podríamos pensar si en el contexto de tremenda satisfacción personal, estos periodistas se interesen más por nuestra posición política, o indaguen por nuestra opinión sobre un tema de menor relevancia, muy lejano al reconocimiento académico recibido hace unos instantes?