martes, 30 de marzo de 2010

Morfeo y las teleoperadoras

¿Quien sabe cuantas teleoperadoras hay en el Perú? ¿Y quien sabe por qué es que pocos hombres trabajan en esta profesión? ¿Será cierto que muchas empresas de call centers han decidido abrir sucursales en Perú porque supuestamente aquí tenemos mejor dicción? ¿Serán los bajos sueldos? ¿O son otras las ventajas competitivas? Lo que es cierto es que abundan las ofertas de empleo en este sector. Google me arroja 76,800 resultados de búsqueda conteniendo las palabras: “Empleos teleoperadoras Perú”. Y el periódico está lleno de esos anuncios.

Deben ser miles de miles entonces, un ejercito de teleoperadoras apiñadas en cabinas diminutas equipadas con un monitor y, claro, un teléfono. Tal es el caso que un amigo mio de Chile el otro día me contó que llamó a una central telefónica para solucionar un problema que tenía con el software de su computadora y le contestaron en Perú, era una señorita con evidente acento limeño.

Mi experiencia con las teleoperadoras es reciente. Hasta ahora sólo las conocía de los sábados. Dejé de odiarlas por despertarme de mis mas dulces sueños. Si sonaba el teléfono entre 10 a.m y 12 p.m., ¡solo podían ser ellas! Las hay buenas y amables y otras no tan buenas. Con una de ellas llegué a charlar mas de 45 minutos. Casi caí en las redes de una voz encantadora de apellido Martínez. Debía comprar una tarjeta de teléfono cuyo cobro por minuto era “baratísimo”. Pero, siempre hay un “pero”, debía usar la tarjeta dos horas, ¡dos benditas horas! ¿Qué puedo decirle yo tanto tiempo a mi madre que vive en el extranjero, sin parar, sin cortar, sin hacer pausa, sin poder ni ir al baño? Hay también aquellas que venden tarjetas de crédito. “Usted ha sido ganador, escogido entre miles de clientes y ha sido favorecido con…, bla bla bla”. Yo al otro lado de la línea, le pregunto con la mayor benevolencia: “señorita, ¿me va a costar algo?” La respuesta siempre es la misma: “No señor, solo si la llega a usar.” A lo que le respondo, con la misma tranquilidad de siempre: “Señorita, si no voy a usar una tarjeta de crédito, ¿entonces para que debo tener una?”, ella responde: “Señor, por si acaso, por si hay una emergencia.”

Tengan cuidado que se camuflan bajos varios nombres, se llaman, aparte de teleoperadoras, asesores telefónicos, ejecutivos de televentas, todos ellos hacen telemarketing. No se pueden imaginar, pero en estas semanas en las que me encuentro trabajando desde casa, me percato que empiezan ya a las 10 a.m y no paran hasta la noche. Sospecho que en sus call centers deben llevar una lista roja de personas, y en esa lista debo estar yo, bien arriba, rotulado como aquel tacaño y cascarrabias al que todavía no han logrado venderle algo.

¿Qué carácter hay que tener para hacer ese trabajo? No es que tenga algo en contra de ellas pero me las imagino igual a alguien muy cercano a mi. Y puedo escribir abiertamente de ella sin temor a que se me resienta, porque sé que es incapaz de leer mas de dos párrafos sin interrupción, antes que su cerebrito le sugiera tener que pensar en zapatos y en carteras. Pero así me las imagino, extrovertidas, despampanantes quizá y con mal gusto para vestir. Un poco así las dibujo en mi mente. Pero también me las imagino, con el bob bon bum en la boca, el chicle de menta y medio despeinadas. Pienso que las mas experimentadas hasta se hacen la manicure mientras telefonean.

Y eso no es todo, en estos días, adicionalmente, cuando a eso de las 9 de la mañana llevo ya mi primer café, vienen los otros, los “puertaoperadores”, es una nueva especie o quizá la mas antigua. Ellos no llaman, tocan la puerta, el timbre, le tocan a toditos en el edifico. Ding dong, suena, levanto el intercomunicador y escucho a 10 vecinos en una gran cacofonía, diciendo: “No, no tenemos libros para donar”. Mas tarde toca la Sra. de las flores, luego el que repara ollas y hasta el que afila los cuchillos. Perú el país del marketing directo.

Y esto se repite, de lunes a viernes y sábados también. Como hoy, otro de esos días que no pude dormir de largo. Me despertaron a las 8 con lo de los libros y no pararon hasta las 5, con las tarjetas de teléfono. Me despido de la idea de poder lograr dormir hasta las 11, con lo que me gusta hacerlo. En estos momentos acabo de desactivar el timbre del departamento. Me ha tomado dos horas, no fue fácil. Acabo de desconectar el teléfono, son las 7 de la noche, estoy tan confundido que voy a tomar desayuno y me pienso acostar a dormir. No me importa. Buenas noches.

1 comentario:

  1. Quedate tranquilo, parece que esto pasa en todo el mundo :(
    (hoy justo escribí un post, en parte, sobre el tema)

    Lo peor es que si fuese que son eficases en solucionar problemas (telefono, Internet etc)estaría bien, pero no se si seré yo que siempre me atienden para la bosta, cuando llamo para que me arreglen algo, o es general.

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