jueves, 6 de mayo de 2010

Evacuación intestinal

Si usted, querido lector, es sensible a lo que puede suceder detrás de las cuatro paredes de un baño, mejor no siga leyendo y viva feliz. Si no le importa lo que viene, le ruego por favor deje de comer, se siente y tenga un vaso con agua a la mano. No diga después que no le advertí.


¡Yaaaaaaa! gritaba mi mujer enfurecida al oírme jalar el pulsador de accionamiento del inodoro por tercera vez. Yo le hecho la culpa a los genes. Heredé la nariz delicada de mi madre y la paciencia eterna de mi padre a la hora de ir al baño. No soporto la fetidez y disfruto mi privacidad. Así de simple. Mi padre tenía una disciplina casi prusiana en sus rutinas y éstas estaban tan ritualizadas que era imposible pensarlo sin ellas. Y es así como todas las mañanas se le encontraba, con su pantalón celeste de piyama, su bibidí blanco y la toalla con rayas azules en la mano. Siempre campante y de buen humor entraba al ritual de afeitarse, cortarse el bigote a lo Jorge Negrete y claro infaltable la evacuación intestinal del viejo. A la hora del desayuno uno casi podía saber “como le fue”, si sonreía todo había “salido” bien. Y si llegaba gruñón al desayuno, mandaba a comprar leche de magnesia y no intercambiaba palabra alguna.

En el transcurso de los años he intentado de todo para hacerme más ameno ese tiempo, el de la evacuación. Esto viene desde que leí un estudio en el que se mencionaba que un ser humano en promedio se pasa más de tres años de su vida frente a un semáforo rojo. Esto me llevó a hacer cálculos sobre cuanto tiempo un ser humano se la pasa en promedio defecando durante toda su vida. No saquen la cuenta. Es mucho tiempo, créanme.

He tratado de copiar costumbres de mi entorno social. Un amigo mío francés de la Normandía, por ejemplo, tenía en su baño una biblioteca chica de madera marrón, y de apenas tres pisos que llegaba justo a la altura de la rodilla cuando uno estaba sentado en el wáter. La biblioteca consistía de cómics y mangas, siempre los mejores, los más actuales, esos de acción, donde se describen espacios fantásticos, donde los autos se transforman y pueden volar al espacio, tan agarradores que casi uno no podía dejarlos de leer, excepto si te tocan la puerta. Pero no, en todas esas veces que le visité y me posicioné de su baño e hice gala de mis mejores virtudes, nunca logré relajarme del todo, sinceramente nunca fue una grata estadía.

Otro amigo alemán tenia un baño pintado de negro y una biblioteca de puros clásicos de Goethe, Schiller, Heine. El inconveniente era que la biblioteca estaba muy alta de tal manera que había que escoger la lectura antes de sentarse y proceder con la evacuación. No era lo ideal. Mis 20 minutos promedio para el “negocio” eran insuficientes para siquiera tener bien leído el Prólogo en el cielo de Fausto. Me sentí mal, como que uno intuitivamente desea terminar dos cosas al mismo tiempo y además tener que esperar la próxima visita, quien sabe cuando, para retomar la lectura, eso no era muy práctico.

Robert es diseñador y pintor con muy buen gusto para la decoración, él tiene un baño enorme, blanco e impecable donde uno puede hasta sacarse los zapatos y las medias para defecar. Es un placer tener los pies descalzos en aquella alfombra blanca y peluda y pasársela ahí un buen rato pensando en nada y mirarse de vez en cuando en el tremendo espejo que va del techo al suelo que uno tiene en la pared lateral derecha. No se si eran los reflectores del baño, pero aquel día descubrí que se me sobresalía una venita en el cuello y que ésta llegaba a conectarse con otra vena más arriba, en la parte derecha superior de mi pelada cabeza. Eso me estresó un poco así que opté por mirar hacia la izquierda en la que encontré un gigantesco mapamundi.

Debo mencionar que Robert ha viajado mucho con su mujer y han puesto un alfiler con cabecita roja en todos los lugares donde han estado y han atado un hilo de cabecita a cabecita. En una leyenda han escrito cuantos kilómetros ya tienen recorridos juntos, en fin, toda una ciencia. Ah, y tienen otros alfileres con cabecita azul, esos son los lugares que quieren visitar algún día. Como Sri Lanka por ejemplo, en el mar índico, donde en 1997 tuve la oportunidad de estar, y donde en el baño solo me esperaba el wáter, un lavadero, un jabón y una toalla. Lo demás prefiero no contarlo, pero desde ahí sé porque allá nadie se da la mano.

Más desesperante fue encontrarme alguna vez en medio de una urgente necesidad y hallar un inodoro que con orgullo se jactaba de no usar agua para deshacerse de los despojos. ¡Por Dios y esto en un país tan civilizado como Alemania! Hice el esfuerzo para contenerme y me distraje pensando que quizá ése era un baño piloto en el que se quería mostrar que sí se puede hacer algo ante la escasez de agua en este mundo. ¿Pero que diablos me importaba eso a mi en ese instante? yo solo quería un baño común y corriente.

¿Ya vieron los urinarios del mundial 2010? Dentro de la taza urinaria se han colocado unas rejitas de plástico que se asemejan a canchas de fútbol con un arco blanco desde el cual desciende un hilo que sujeta un balón, que en realidad es una bolita para olorizar el ambiente, es muy divertido hacer gol allí.

Pero no, no hay nada como excusarse en casa, si antes descargaba el agua tres veces, ahora son dos, prefiero mantener a mi mujer de buen humor y hay que contribuir a cuidar el medio ambiente, ¿no? Y no tengo ni clásicos ni cómics en el baño, solo el diario del fin de semana, he pensado en poner música y pintar el espacio de azul como para sugestionarme que estoy ingresando a un espacio celestial …


*No dejen de ver en POP 3.0 TV unos divertidos cortos.


6 comentarios:

  1. Entré por curiosidad a tu blog y sin querer queriendo, me quedé enganchada con tus publicaciones.
    Diferente, digerible, recomendable.
    Felicitaciones!

    P.D. Me encantó la interacción con Clara.

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  2. Hola Rita, gracias por tu comentario y bienvenida al blog, espero verte de vez en cuando.
    M.

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  3. lamento no poder opinar, pero como todo el mundo sabe,
    las mujeres no defecamos

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  4. Pense que habia hablado muchos temas contigo y que conocia bastante bien ... pero, el baño? nunca fue un tema que tocamos. Me engaschaste. Muchas Felicidades!

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  5. ... es divertido, los hombres ni tampoco las mujeres se hablan entre si sobre este tema, no? como que medio tabuizado está. Quizá un antropólogo entre los lectores se anime a explicarnos porque ... ¿o es mas tema de un internista? ¿O un caso para J. Bruce?

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  6. ¿Voz tenés caca en la cabeza?... ¿como se te ocurrió hacer este artículo?.....No debés ver a Tarantino, es cine para pibes.

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